Cambalache 3,14 - La vidriera irrespetuosa


Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé.

Indefensión aprendida

Me llega este correo firmado por una (presunta) alumna de sicología de la Universidad de Sevilla. Desconozco si el dato es cierto o es otra cadena de internet, pero me ha gustado el argumento y lo quiero compartir con vosotros:
--------- Mensaje reenviado --------

Indefensión aprendida

Facultad de Psicología. Psicología del Aprendizaje. Hoy vamos a hablar de la indefensión aprendida.

Hasta ahora hemos visto lo que ocurre si a un perro encerrado en una jaula lo premiamos cada vez que realiza un comportamiento determinado, si lo premiamos solo a intervalos fijos o bien a intervalos variables, si no lo premiamos nunca o si le retiramos un castigo cuando hace lo que queremos que haga. En todos los casos el perro aprenderá que su conducta tiene una consecuencia o incluso una falta de consecuencia que él conseguirá predecir tras un breve período de aprendizaje. Y su salud mental y emocional permanecerá dentro de los límites de lo saludable.

Pero, ¿qué ocurrirá si, haga lo que haga el perro, siempre lo castigamos? Una jaula con una parrilla electrificada por suelo. Un perro encerrado dentro. Una serie de descargas que se repiten a intervalos variables, indefinidamente, sin que nada de lo que haga el animal tenga como consecuencia el cese del martirio. Al principio el perro desarrollará una actividad frenética, hará todo lo que un perro puede hacer dentro de una jaula con la esperanza de que el azar y su empeño den con el comportamiento que le libere del suplicio: levantar la pata izquierda delantera, la derecha, aullar, saltar, mover el rabo... Lo que demonios sea que se le haya antojado al experimentador-torturador para que acaben de una vez las malditas descargas. Pero todo es inútil. Haga lo que haga las descargas continúan, cadenciosamente, sin piedad, sin fin. El perro acaba por dejarse caer en un rincón y no hacer nada. No come. No ladra. No se queja. No lucha. Soporta descarga tras descarga sin inmutarse. Está enfermo. Sufre indefensión aprendida.

Hace veinte años que escuché por primera vez esta lección de psicología básica. Casi la había olvidado.

¿Es usted un buen ciudadano? ¿Un buen trabajador? ¿Un buen padre? ¿Un buen vecino? ¿Respeta las normas? ¿Paga sus impuestos? ¿Es honesto con los demás? ¿Y consigo mismo? ¿Actúa según le dicta su conciencia? ¿Cree en el sistema? ¿O acaso no cree en él? ¿Ha hecho lo que le decían desde pequeño que tenía que hacer para vivir tranquilo y honradamente? ¿Ha estudiado? ¿Se ha preparado unas oposiciones? ¿Ha hecho un master? ¿Sabe idiomas? ¿Ha trabajado duramente desde muy joven? ¿Se levanta temprano todos los días y dedica jornada tras jornada a aportar algo a la sociedad? ¿Paga sus facturas si es que todavía puede pagarlas? ¿Ha votado a la derecha? ¿Ha votado a la izquierda? ¿No vota?... Da igual. ¿No tiene usted la sensación de que, sea cual sea su respuesta a esas preguntas, da igual? Que igualmente le bajarán el salario una y otra vez, o lo despedirán, o se quedarán con su casa, o le asfixiarán las deudas, o no verá futuro para sus hijos. Da igual que sea usted funcionario, albañil, autónomo, inmigrante, de pueblo, de ciudad, viejo, joven, hombre o mujer. Da igual que le ponga empeño a lo que hace, que crea en ello, que espere una recompensa... No habrá recompensa. Mejor dicho: la recompensa no vendrá del que le mantiene encerrado en una jaula con parrilla electrificada por suelo. Él ha decidido que ahora toca la descarga indiscriminada y la indefensión aprendida.

Pero le contaré un secreto. La jaula tiene una puerta. Todas las jaulas tienen una. Dentro de la jaula no acabarán las descargas pero fuera hay aire puro, tierra firme, alimento fresco y otros perros maltratados con los que, tras maniatar y amordazar al experimentador-torturador, construir un mundo sin jaulas. Solo es cuestión de abandonar el rincón en el que nos hemos ovillado sumidos en la desesperanza, comprender que la única salida está tras las rejas y descorrer el cerrojo.

Hace veinte años que escuché esta lección de psicología básica porprimera vez. Y casi la había olvidado... Con lo importante que era.

Sofía Balmont

2012-05-21 12:33 | Categoría: | Enlace permanente | Etiquetas: | Y dicen por ahí

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Comentarios

1
De: mJ Fecha: 2012-05-21 12:43

Precisamente sobre este tema estuve hablando yo, pero en relación a una historia personal. Es una teoría tan simple pero a la vez tan reveladora. Al igual que aquel pobre perro, que vaya a donde vaya, va a sufrir la descarga, los humanos aprendemos en multitud de ocasiones que, hagamos lo que hagamos, vamos a salir "electrocutados".

Por eso hay que aprender a ver nuevas zonas, nuevas opciones, nuevos lugares a los que ir, que probar, para ver que realmente no estamos tan indefensos como creemos.



2
De: mJ Fecha: 2012-05-21 12:45

...estuve hablando yo con mi pareja el otro dia (que me he comido parte de la frase)



3
De: Miguel Fecha: 2012-05-24 19:35

Te la tomé "prestada" para colgarla en facebook. Al principio no cité la procedencia pero luego corregí ese error. Con tu permiso...



4
De: Zifra Fecha: 2012-05-24 20:04

bueno, el texto no es mío. Gracias por la cita

Salud

JR



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