Tienen poco más de veinte años. Estudiantes de una carrera que sólo se imparte en una pequeña ciudad. Se enamoraron en el aula cuando coincidieron en una asignatura. Al año siguiente consiguieron compartir piso.
Y entonces llegó el coronavirus. Se fueron ambos a casa de sus padres. Separados por poco más de cien kilómetros que parecían miles, aunque hicieran videoconferencia todos los días.
Él acaba la carrera este año. Quiere hacer un máster en el norte. Dos años. Justo ese año, ella termina. Quiere hacer un máster en Valencia. Un año.
Se acaban de dar cuenta que van a estar tres años separados y que el confinamiento les está quitando sus últimos meses juntos. Llevan dos días llorando.